Artículo de Opinión por Antolino Gallego

'Primum non nocere'

E+I+D+i - Antolino Gallego Molina - Domingo, 19 de Octubre de 2025
Antolino Gallego Molina, coordinador de LIFE Madera para el Futuro, resume en este artículo de opinión el objetivo del proyecto desarrollado y defiende el valor y el impacto positivo del cultivo del chopo en el medio ambiente y la economía.
Una de las choperas de la Vega.
UGR Divulga archivo
Una de las choperas de la Vega.

Primum non nocere, lo primero es no hacer daño. Máxima aplicada hoy en el campo de la medicina a través del Juramento Hipocrático. Un reto difícil de conseguir en la siempre compleja relación entre el hombre y su entorno. Sin embargo, ante las imprevisibles consecuencias de la inagotable ambición humana, deberíamos ser cautos y tener como objetivo colectivo pasar por la vida haciendo el menor daño posible en el menor tiempo posible. Quizás esa fue la idea utilizada por Don Diego de Liñán, empresario innovador y propietario del antiguo Balneario de Sierra Elvira, cuando a finales del siglo XIX implantó en la Vega de Granada los cultivos forestales de chopo con el triple objetivo de hacer productivas unas tierras inundables, mitigar el impacto de las continuas avenidas de los ríos Genil y Cubillas y suministrar madera para la construcción de las viviendas de la época. Un practicante de facto de lo que hoy en día hemos denominado Desarrollo Sostenible, como si de un nuevo invento se tratara. 

La remolacha se acabó y las azucareras cerraron, pero no así el enorme legado histórico, cultural y patrimonial que nos dejaron, aun poco valorado, escasamente rehabilitado y en muchos casos total o parcialmente destrozado

A buen seguro que no fue la protección ambiental de la Vega el objetivo de los promotores de las plantaciones de remolacha azucarera surgidas al compás de las choperas. Sin embargo, nadie pone en duda el enorme beneficio económico que estas plantaciones supusieron como consecuencia de la gran revolución industrial granadina provocada por las numerosas azucareras asentadas en la provincia. Una época de gran transformación urbanística sobre lo que hoy conocemos como Centro de la ciudad de Granada. La remolacha se acabó y las azucareras cerraron, pero no así el enorme legado histórico, cultural y patrimonial que nos dejaron, aun poco valorado, escasamente rehabilitado y en muchos casos total o parcialmente destrozado.  

El binomio entre choperas y azucareras es de hecho una inteligente forma de ver la pervivencia de nuestra cultura y nuestro patrimonio natural, agrario, arquitectónico e industrial, proyectándolo así hacia un sector moderno, innovador, pujante y de vanguardia como el de la construcción industrializada con madera

La simultaneidad entre el chopo y las azucareras se traslada a una sorprendente coincidencia contemporánea gracias al primer laboratorio asentado en la Azucarera de San Isidro, propiedad de la Universidad de Granada, dedicado a la investigación sobre la industria de transformación y nuevos usos de la madera chopo. La azucarera renace facilitando una industria de futuro para un cultivo del pasado, un mensaje de enorme fuerza histórica y cultural. De esos que deberían gustar a los gestores de ideas transformadoras y de futuro. El binomio entre choperas y azucareras es de hecho una inteligente forma de ver la pervivencia de nuestra cultura y nuestro patrimonio natural, agrario, arquitectónico e industrial, proyectándolo así hacia un sector moderno, innovador, pujante y de vanguardia como el de la construcción industrializada con madera. Ojalá este matrimonio se consolide también en otros proyectos pendientes como la recuperación de la Azucarera Nuestro Señor de la Salud en Santa Fe, también parte de nuestro patrimonio y nuestra cultura industrial agraria. 

El mensaje no es otro que la estrecha relación entre tradición y conocimiento, entre el saber del pueblo y el saber de los estudiosos. Ciencia y conocimiento popular, dos aspectos unidos también en las investigaciones sobre la recuperación de los regadíos históricos y las acequias de careo de Sierra Nevada, pulmón de vida para las choperas. Porque agua, alimentos, madera y personas siempre fueron los condimentos esenciales para algunas de nuestras mayores culturas, la agricultura y la selvicultura. 

Probablemente no era consciente Don Diego de Liñán del legado natural que dejó a Granada. Una persona desconocida y no reconocida. Porque las choperas son un ecosistema esencial para mantener en buena salud la biodiversidad de nuestro entorno, el aire que respiramos y el agua del acuífero de donde bebemos y con el que regamos

Probablemente no era consciente Don Diego de Liñán del legado natural que dejó a Granada. Una persona desconocida y no reconocida. Porque las choperas son un ecosistema esencial para mantener en buena salud la biodiversidad de nuestro entorno, el aire que respiramos y el agua del acuífero de donde bebemos y con el que regamos. Pero también un legado paisajístico ideal para nuestra salud y la justa conexión con nuestra memoria. Era el inicio del siglo XX una época en la que la Vega aún no había sufrido los continuos ataques producidos por el ser humano derivados de la presión y ambición urbanística promovida por algunos ayuntamientos, la concentración de la población como consecuencia de la despoblación rural y la necesidad de bienes y servicios, la proliferación de carreteras, las especies invasoras en nuestros ríos, una agricultura hiperintensiva con importantes insumos químicos, una amenaza constante de las plantaciones solares y una creciente proliferación en el uso de combustibles fósiles, fruto de lo que hoy seguimos entendiendo como desarrollo, muy alejado de la máxima hipocrática Primum non nocere

La Vega de Granada es en su mayoría un claro ejemplo de incumplimiento sistemático de lo que se conoce como sostenibilidad. Defender al chopo, su historia, su cultura, su economía, su tradición y sus valores ambientales debería ser una responsabilidad de todos. Y en particular, responsabilidad de nuestros gobernantes, teóricos protectores del bien común. Sin embargo, no parece ser este un camino realista en los tiempos acelerados que corren, especialmente para un sector en el que el corto plazo no es una buena receta. A las pruebas me remito. 

Solo sobre dos pilares será posible mantener, ampliar y mejorar las plantaciones del chopo. El primero es la continua investigación generadora de nuevo conocimiento y transferencia, desarrollando todos aquellos aspectos del sector que proporcionen como resultado una mayor rentabilidad de las plantaciones y, sobre todo, una estabilidad económica en el tiempo, compatible con los esquemas financieros de sus propietarios. El segundo pilar es aglutinar el esfuerzo generoso de todas las personas que humildemente tienen algo que aportar, tangible o intangible, y que de forma desinteresada están dispuestas a hacerlo, exclusivamente por el bien común de nuestra comunidad, nuestro territorio y el planeta, alejados de intereses personales,  medallas en el pecho y votos en las urnas. 

Bajo estos dos pilares surgió en 2020 el proyecto LIFE Madera para el Futuro, idea big bang del chopo que tomando como punto de partida un sector totalmente desmembrado y en recesión, casi invisible y desilusionado, creemos que ha sido capaz de sentar las bases para un futuro mejor. Un proyecto que ha puesto al chopo más cerca de la ciudadanía y sobre todo que ha creado conciencias para defender la cultura, el paisaje, la economía, el medio ambiente, el patrimonio natural y cultural, las tradiciones y los valores humanos de nuestro territorio. Un proyecto para la esperanza. Un antes y un después. Y sobre todo, un proyecto para todos, porque de los árboles nos beneficiamos todos. 

No plantamos árboles para construir con madera, construimos con madera para plantar árboles

Antolino Gallego Molina, coordinador de LIFE Madera para el Futuro