'La UTE machirula Ayuntamiento-Arzobispado'

En Granada ya no se suda por el calor, se suda por la vergüenza ajena. La última ocurrencia del Ayuntamiento, siempre tan original en su forma de abordar la pobreza y el sinhogarismo, ha sido abrir un “refugio climático” solo para hombres en pleno centro de la ciudad. Sí, sí, has leído bien: un oasis refrigerado exclusivamente para varones. Ni mixto, ni inclusivo, ni nada que huela a derechos sociales. Solo para hombres. Porque, al parecer, hasta el calor tiene género.
Leyendo el comunicado, se deduce que el Arzobispado, en complicidad con el equipo de Gobierno de Marifran Carazo, asume la autoría de esta impresentable medida discriminatoria contra la mujer
Pero si solo el enunciado de la noticia provoca un serio bochorno en cualquier persona con una mentalidad del siglo XXI, un cartel colcado en la puerta del centro y firmado por una fundación dependiente del Arzobispado de Granada (Patronato de la Fundación Casas Diocesanas de Acogida del Arzobispado de Granada), provoca directamente un golpe de calor, ya que en él se concreta que 40 las plazas que ofrece son solo para hombres "para hombres”. Leyendo el comunicado, se deduce que el Arzobispado, en complicidad con el equipo de Gobierno de Marifran Carazo, asume la autoría de esta impresentable medida discriminatoria contra la mujer. Cualquiera de ustedes se estarán preguntando, qué pinta la Iglesia dictando las normas de utilización de un recurso municipal y cómo puñetas el brazo seglar se pliega a las exigencias tridentinas de un Arzobispado que nos retotrae a los peores tiempos del siglo pasado, lo que sin duda es imprescindible es que tanto Ayuntamiento, como Arzobispado expliquen las razones que se esconden para ejercer esta bochornosa discriminación contra la mujer.
La idea, según parece, es proporcionar sombra, agua y un techo temporal ante las altas temperaturas veraniegas… pero solo a un tipo muy concreto de granadino: el sin hogar masculino que, por algún misterio administrativo, ha sido reconocido como digno de sufrir el bochorno en versión VIP. Todo ello, por supuesto, sin alterar en exceso la estética del nuevo Parque Temático del Centro Histórico, que el Ayuntamiento viene mimando con el mimo con el que Walt Disney diseñaba sus castillos: sin rastro de realidad ni miseria.
Y es que este Gobierno local, tan amante del “embellecimiento”, y a lo que se ve de la “salvación” de nuestra alma, ya mostró hace tiempo su alergia al realismo social. Recordemos su firme propósito -solo frenado por la presión ciudadana y el ridículo mediático- de cerrar el Centro de Atención a Personas sin Hogar situado en pleno centro y llevarlo a uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad, donde todo lo feo, lo incómodo y lo humano puede ser empujado al margen. A poder ser, con doble fila de contenedores como cortina.
Un lugar donde la miseria se climatiza, se filtra por género y se reordena como mobiliario urbano funcional. La pobreza, pero decorativa… y de paso se instalan un par de confesionarios para que los sintecho granatensis e libren de sus pecados
Pero claro, ahora llega el verano y con él las alertas por calor extremo, ese fenómeno tan poco fotogénico. ¿Cómo mantener limpia la postal sin parecer completamente insensible? Voilà: de la mano de la santa madre iglesia se inventa un “refugio climático solo para hombres”. Un lugar donde la miseria se climatiza, se filtra por género y se reordena como mobiliario urbano funcional. La pobreza, pero decorativa… y de paso se instalan un par de confesionarios para que los sintecho granatensis e libren de sus pecados.
Mientras tanto, los datos son los que son, aunque incomoden: Granada ha visto morir a varias personas sin hogar en sus calles en los últimos años. Gente que, literalmente, se ha dejado la vida entre bancos de piedra y cajeros automáticos mientras los despachos de la curia estaban ajenos a esa realidad y los de la plaza del Carmen se llenaban de promesas vacías y PowerPoints sobre “ciudades sostenibles”. Pero claro, eso no es trending topic. Ni vende entradas. Ni gana indulgencias plenarias.
La alcaldesa, siempre tan dispuesta a posar junto a macetones nuevos y luces LED, ha sido bastante menos visible cuando se trata de dar la cara ante colectivos como La Calle Mata, uno de los pocos que trabajan de verdad y a diario por los derechos de las personas sin hogar
La alcaldesa, siempre tan dispuesta a posar junto a macetones nuevos y luces LED, ha sido bastante menos visible cuando se trata de dar la cara ante colectivos como La Calle Mata, uno de los pocos que trabajan de verdad y a diario por los derechos de las personas sin hogar. No solo les ha dado la espalda, sino que se permitió la hazaña democrática de desalojarlos de un pleno municipal por atreverse a recordar que el sufrimiento no se va porque lo ignores, ni se esconde detrás de una persiana veneciana. Ni con aire acondicionado. Ahora parece que quiere expiar sus pecados abrazándose al Arzobispado en este auténtico disparate.
Pero volvamos al famoso refugio. La exclusividad masculina del invento ha sido justificada, al parecer, por razones logísticas, de seguridad, de plazas disponibles, de alineación planetaria… lo típico. Ni una palabra sobre mujeres sin hogar, ni sobre personas trans, ni sobre realidades más complejas que no encajan en este nuevo modelo de asistencia vertical, aséptica y algo machirula.
Al fin y al cabo, si una mujer sin hogar tiene calor, que se abanique con el cartel de igualdad de oportunidades que aún decora alguna pared municipal. Y si pertenece a una minoría de cualquier tipo, pues que espere su turno. O que no exista. Como ha sido siempre más cómodo para las estadísticas.
Aquí el objetivo no es que nadie tenga un hogar, sino que los que no lo tienen no molesten, no manchen, no se tumben, no vivan demasiado a la vista
Eso sí, el refugio tiene horario, no sea que el confort se convierta en costumbre. Aquí no se pretende solucionar la exclusión social, ni prevenirla, ni integrarla. Se trata de “gestionar”. Como quien pone un toldo cuando no quiere mover la sombrilla. Aquí el objetivo no es que nadie tenga un hogar, sino que los que no lo tienen no molesten, no manchen, no se tumben, no vivan demasiado a la vista.
La política social en Granada ha llegado a una especie de posmodernismo funcional: no se trata de erradicar el problema, sino de difuminarlo. Si una persona sin hogar muere, es una desgracia. Pero si lo hace sin estorbar y convenientemente confesado, es una gestión eficaz.
Y todo esto se hace, ojo, con ese tonito paternalista que ya es marca de la casa: “es por su bien”, “es lo mejor para todos”, “en el barrio X estarán mejor cuidados”… Como si la invisibilidad fuera una medida de protección. Como si no supiéramos ya que cuando los pobres desaparecen del centro, no es que hayan mejorado sus condiciones, es que simplemente han sido expulsados a la periferia del relato.
La Granada del siglo XXI ha conseguido lo que parecía imposible: convertir el derecho a la dignidad humana en una cuestión de estética urbana. Y lo ha hecho con una sonrisa, un “ora pro nobis”, una valla y un par de frases de manual de autoayuda institucional. Eso sí, con sombra y aire acondicionado. Porque la compasión, como el mobiliario urbano, ya viene climatizada.
¡Qué fresquita está la miseria cuando no molesta a los selfies y se comporta como Dios manda!