'Andalucía, S.A.: El chiringuito biprovincial de la Junta'

En el imaginario colectivo andaluz -ese que tanto gusta manosear en discursos institucionales cuando se acerca el 28F- había una vez una comunidad unida, solidaria, construida sobre los cimientos de la solidaridad territorial. Pero como todo buen cuento, ese relato se ha revelado como una ficción. Y no precisamente de García Lorca, sino más bien de Kafka: una pesadilla administrativa, cultural y presupuestaria que responde a un principio no escrito pero ejecutado con precisión quirúrgica desde San Telmo: “Andalucía son Sevilla y Málaga. El resto que se conforme con migajas... o con folletos turísticos”.
La Junta de Andalucía, en su deriva recentralizadora, ojo, no en Madrid, sino en Sevilla y Málaga- está provocando un brutal desequilibrio territorial. Lo de brutal no es un adjetivo hiperbólico: es descriptivo
La Junta de Andalucía, en su deriva recentralizadora, ojo, no en Madrid, sino en Sevilla y Málaga- está provocando un brutal desequilibrio territorial. Lo de brutal no es un adjetivo hiperbólico: es descriptivo. Porque lo que está ocurriendo en provincias como Granada, Córdoba Jaén, Almería o Huelva es una hemorragia silenciosa de competencias, inversiones, estructuras administrativas o culturales y decisiones que no sólo agravian, sino que directamente desangran.
Tomemos el caso de Granada, otrora faro cultural y científico y hoy tratada como una especie de colonia interior, útil únicamente para nutrir de fotos icomparables y de un “cash” más que notable, a los grandes satélites del poder andaluz. ¿Ejemplos? Que no falten:
La Escuela Andaluza de Salud Pública desmantelada bajo un supuesto proceso de "integración" en el Instituto Andaluz de Salud, que, casualmente, se pilota desde Sevilla.
El Parque de las Ciencias, referente internacional, ha sufrido brutales recortes de financiación y el cese de su equipo fundacional, mientras se planean otras grandes apuestas museísticas de parecidas características… en Málaga.
El Centro de Documentación Musical de Andalucía, amputado presupuestariamente, cuando no abandonado, pese a su rol esencial en la conservación del patrimonio sonoro andaluz.
A la Universidad de Granada se le han negado grados y titulaciones mientras florecen nuevas ofertas en universidades de reciente creación en… sí, otra vez, Málaga y Sevilla, de mano de universidades/chiringuitos
A la Universidad de Granada se le han negado grados y titulaciones mientras florecen nuevas ofertas en universidades de reciente creación en… sí, otra vez, Málaga y Sevilla, de mano de universidades/chiringuitos que ni siquiera deberían estar funcionando por su pésima calidad.
La Alhambra y Sierra Nevada, joyas patrimoniales y naturales, son gestionadas desde despachos sevillanos, aunque sus palacios y sus picos estén a 250 kilómetros de allí.
No debemos olvidarnos de los 20 millones de euros que nuestro Hijo Adoptivo destina al espacio escénico de Málaga, mientras “abandona” el proyecto de teatro de la ópera para Granada, la falta de inversión en la Biblioteca de Andalucía -un incumplimiento fragrante del Estatuto de Autonomía-, o el agravio comparativo en el reparto de fondos públicos que provoca que la Orquesta Ciudad de Granada reciba tres veces menos que la de Sevilla o la mitad de lo que Moreno Bonilla da a la de Málaga.
La última “humillación” es la de que la Junta conceda 300.000 euros al Consorcio Lorca, referente mundial del poeta más universal de Andalucía, frente a los 4,3 millones que da a la Fundación Picasso.
Lo más inquietante de esta tendencia no es sólo el agravio, sino la traición. Porque muchas de estas decisiones se hacen desde una Junta gobernada por el mismo partido que cuando estaba en la oposición aseguraba con gesto solemne que Granada debía “recuperar” el control sobre sus instituciones más significativas. Lo que prometieron como “descentralización”, ha resultado ser un centralismo 2.0, pero con acento “miarma” y palmaditas en la espalda.
Este favoritismo descarado hacia Sevilla y Málaga -convertidas en dúo dinámico del desarrollo andaluz- está generando un creciente malestar en el resto del territorio. Y no es un berrinche localista, ni una rabieta de provincias
Este favoritismo descarado hacia Sevilla y Málaga -convertidas en dúo dinámico del desarrollo andaluz- está generando un creciente malestar en el resto del territorio. Y no es un berrinche localista, ni una rabieta de provincias. Es una desafección seria hacia el propio concepto autonómico andaluz, que se empieza a ver, en no pocas comarcas, como una estafa. Una estructura pensada para redistribuir oportunidades, pero que lo que hoy redistribuye son privilegios en función del código social. Una autonomía que nació para unir, pero que ahora separa más que nunca.
¿Hasta cuándo puede mantenerse este modelo sin romper la cohesión territorial? ¿Cuánto más resistirá el andalucismo como proyecto común si se alimenta exclusivamente de agravios hacia seis provincias y beneficios solo para dos? Lo de Andalucía como “realidad nacional” se queda bonito en los discursos, pero en la práctica actual empieza a parecer más una realidad virtual para gran parte del mapa.
Porque si Andalucía es Sevilla y Málaga, entonces ¿qué es Granada? ¿Qué es Jaén? ¿Qué es Córdoba? ¿Parques temáticos patrimoniales para exportar turistas al litoral? ¿Una cantera de talento universitario que luego se fuga?
Porque si Andalucía es Sevilla y Málaga, entonces ¿qué es Granada? ¿Qué es Jaén? ¿Qué es Córdoba? ¿Parques temáticos patrimoniales para exportar turistas al litoral? ¿Una cantera de talento universitario que luego se fuga? ¿Una reserva de servicios públicos en proceso de subcontratación emocional?
Y mientras tanto, desde la Junta, todo son sonrisas, vídeos institucionales y campañas en redes hablando de “Surrender to the Andalousian crush”. Sí, “surrender”... como rendidas pretende el gobierno de Juanma queden seis de sus ocho provincias.
Esos territorios no piden privilegios, piden respeto. Y si eso no es posible desde San Telmo, quizás haya que empezar a hablar, sin complejos, de modelos alternativos de relación con la autonomía. Porque no se puede querer a una Andalucía que no te quiere de vuelta.
O recuperamos la idea de una Andalucía de todos, o asumimos de una vez que esto es simplemente una franquicia de poder a dos bandas. Lo llaman comunidad autónoma, pero empieza a parecer una sociedad limitada. Muy limitada.