La 'toga borroka'

Parece que la judicatura española ha decidido quitarse la venda de los ojos y ponerse la capa de superhéroes agraviados. Jueces y fiscales han secundado esta semana una huelga, indignados por la reforma del acceso a la judicatura y del estatuto de la Fiscalía que, según claman, amenaza la independencia judicial. Curioso: jamás se les vio tan movilizados cuando se recortaban derechos sociales, se privatizaban servicios públicos o se degradaba la justicia con medios insuficientes. Pero ¡ay! cuando tocan sus privilegios, saltan como resortes. La “toga borroka” ha comenzado.
Hace apenas unos días, la jerarquía eclesiástica salió también de procesión reivindicativa, alarmada porque se les discute su secular tutela moral sobre el Estado
Y no están solos. Hace apenas unos días, la jerarquía eclesiástica salió también de procesión reivindicativa, alarmada porque se les discute su secular tutela moral sobre el Estado. Jueces y obispos… todos alineados en una ofensiva contra el poder legislativo. No ya contra el Gobierno, como fingen, sino contra el Parlamento que representa la soberanía popular. Como si la Constitución -esa que tanto dicen venerar- no dijera que la justicia emana del pueblo. No, para ellos la justicia emana de sus despachos y de sus árboles genealógicos.
Conviene recordarlo: el poder judicial es el único de los tres grandes poderes del Estado que no ha pasado por un proceso de reforma estructural desde la Transición. Los jueces franquistas, con toga y crucifijo, se acostaron un día leales al Movimiento y se levantaron al siguiente demócratas convencidos, sin despeinarse
La llamada “división de poderes” les sirve de escudo cuando conviene, aunque lo que en realidad pretenden es mantenerse por encima del bien y del mal. Llevan décadas operando en un limbo de impunidad institucional. Porque conviene recordarlo: el poder judicial es el único de los tres grandes poderes del Estado que no ha pasado por un proceso de reforma estructural desde la Transición. Los jueces franquistas, con toga y crucifijo, se acostaron un día leales al Movimiento y se levantaron al siguiente demócratas convencidos, sin despeinarse.
Esta huelga no es más que la defensa numantina de una casta. De un cuerpo que quiere seguir controlando sus procesos de selección, su escalafón, su autonomía corporativa, como si se tratase de una logia inatacable. Lo que está en juego no es la independencia judicial, sino la impunidad del poder judicial ante cualquier forma de control democrático. Y ahí aparece Aznar, el estratega en la sombra, resucitando su célebre “quien pueda hacer que haga”, convertido en eslogan de este levantamiento togado.
La “brutal agresión” hacia el poder judicial que ha llevado a un buen número de jueces y fiscales a la huelga, consiste en modificar la fórmula de acceso a la carrera y que en lugar de una durísima oposición, en la que nuestros jueces “solo” tienen que acreditar tener una memoria de elefante, en el futuro sigan teniendo que demostrar ese conocimiento profundo de los códigos, pero también demuestren que además de memoria, poseen la habilidad para aplicar lo que han aprendido a través de una prueba práctica. No parece que tal modificación sea un atentado cotra el Estado de Derecho, teniendo en cuenta que todos conocemos a jueces con menos habilidades sociales que una almeja y menos contacto con la realidad que la cámara esterilizada de un laboratorio.
También parece que ha molestado mucho a sus señorías que la nueva ley pretenda poner en marcha una academia pública que prepare a los opositores aspirantes a jueces, lo que sin duda supondrá un serio menoscabo en esos ingresos atípicos que muchos de nuestros próceres judiciales perciben, la mayor parte de las veces en “b”, de quienes aspiran a vestir la toga
También parece que ha molestado mucho a sus señorías que la nueva ley pretenda poner en marcha una academia pública que prepare a los opositores aspirantes a jueces, lo que sin duda supondrá un serio menoscabo en esos ingresos atípicos que muchos de nuestros próceres judiciales perciben, la mayor parte de las veces en “b”, de quienes aspiran a vestir la toga. Una academia que además posibilitará a aquellas personas con menos recursos poder aspirar a preparar y superar una oposición que tal y como esta concebida, desde finales del siglo XIX, solo parece posible para aquellos aspirantes cuya esconomía familiar pueda permitirles estar durante cuatro, cinco o seis años, dedicados exclusivamente al estudio sin generar ingreso alguno.
Con esta huelga y algunos pronunciamientos recientes, la toga, teóricamente símbolo de justicia, se está convirtiendo en barricada. Pero no contra la arbitrariedad, sino contra la democracia y el sentido común.