Feijóo: el agrimensor K.

De Feijóo dicen que es cínico, estafador, mentiroso. Estas son sus cualidades. Desconozco sus defectos. Pero es gracioso, no en términos absolutos ya que entonces pertenecería al noble gremio de los payasos. El caso es que hace unos días estaba de botellón navideño con sus colegas del PP de Madrid cuando soltó una pulla a raíz de un debate entre andaluces y gallegos por ver quién la tiene más grande en materia de costas. Pero quién sabe qué tristes pensamientos andaban de puntillas a través de los enrevesados páramos de su mente, el caso es que, en ese contexto, Feijóo dijo que en Galicia «tenemos los mayores kilómetros de costa de España. Los andaluces no están de acuerdo, pero no saben contar».
No es una ofensa, la estupidez no ofende. La estupidez nunca se pasa de la raya; allá donde pone el pie, ése es su territorio. Y yo lo entiendo. Feijóo, kafkiano Agrimensor K de El castillo, llega a Madrid y se encuentra con una burocracia inescrutable y una comunidad opaca, viéndose inmerso en una lucha absurda y frustrante por ser reconocido y cumplir su misión en el mundo irracional y opresivo de Ayuso. Es un hombre invisible enfadado con la Historia por no haberle visto.
Pero no todos son tan comprensivos. Gabriel Rufián, catalán de genética andaluza (sus abuelos paternos eran de Granada y Jaén), le hizo las cuentas en víctimas al Agrimensor: «Yak42: 62. 11M: 191. Metro de Valencia: 43. Residencias de Madrid: 7.291. Dana: 230. Cribados de Andalucía: 2.371 afectadas. Desgraciadamente hace tiempo que todo el mundo sabe contar gracias al PP. Los andaluces también», respondió implacable el portavoz de ERC.
A diferencia del resto del mundo no nos engaña el hecho de que vistan ropa de adulto, dominen niveles rudimentarios de comunicación y de algún modo se las apañen para comer solos. Sabemos lo que son: populistas. Tienen el hábito de distorsionar los hechos para adaptarlos a las teorías en vez de las teorías a los hechos.
Por ejemplo: 1976. Jordi Pujol: «El andaluz hace cientos de años que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual». 2009. Montserrat Nebrera (PP): «El acento de Magdalena Álvarez parece un chiste». 2010. Joan Puigcercós (ERC ): «En Andalucía no paga impuestos ni Dios». 2011. Duran i Lleida (CiU): «Los andaluces usan el subsidio agrario para pasar toda la jornada en el bar del pueblo». 2011. Artur Mas (CDC). «Los niños en Sevilla, Málaga o Coruña hablan castellano, pero a veces no se les entiende». 2015. Albert Rivera (Ciudadanos) en Málaga: «vamos a enseñar a pescar en Andalucía, no a repartir pescado». 2016. Dolors Bassa (ERC): «Los niños que esnifan pegamento por Barcelona vienen de Andalucía y Ceuta». 2017. Odón Elorza (PSOE) a la diputada de Podemos Noelia Vera: «Para ser andaluza, eres mucho más educada que yo». 2025. Jordi Turull (Junts): «Andalucía ens roba».
El magnífico Julio Camba (1884, Pontevedra–1962, Madrid) confesaba en La rana viajera (1921): «El gallego no tiene gracia de nacimiento. Las gentes le exigen una gracia de concepto, mientras que al andaluz le basta con el acento. […]. Indudablemente, los gallegos no tenemos público. Frecuentemente, cuando uno dice que es gallego, nota en el auditorio un deseo así como de contestarle:
–¡Hombre, no! Eso será una aprensión de usted…
Conmigo nadie ha llegado a este extremo; pero a veces me han dicho:
–¿Gallego? Pues nadie lo creería. No se le nota a usted nada, ¿verdad? (Dirigiéndose a los circunstantes.)
Los circunstantes, entonces, con una gran finura, han confirmado que, en efecto, no se me notaba nada el que yo fuese gallego. Y luego no ha faltado nunca alguien que dijese.
–Si hay gallegos “muy bien”. ¡Cuando un gallego sale listo!...
–¡Ya lo creo! –añade otro señor–. Hay gallegos que llegan a políticos importantes y todo. Ahí tiene usted [la actualización es mía] a Rajoy…
–Y a Fraga…
–Y a Franco…
¡Terrible cosa ésta de que para agradarle a uno tengan que compararle con un político!».
Antes lo andaluz, en general, era tenido por lo auténticamente español. Muchos españoles, no andaluces, se valieron de esta treta para sus conquistas o, simplemente, para destacar en sociedad. La gente iba haciendo de español visceral y, en concreto, de andaluz total. Hoy la deuda histórica no sería más que el pago de los derechos de autor que exige Andalucía por piratería indebida.
Reivindicación que ya se hizo en Lawrence de Arabia, donde el príncipe Faisal (Alec Guinness) le dice a T. E. Lawrence (Peter O’Toole): «Verá, teniente, cuando Londres todavía era un villorrio, la ciudad árabe de Córdoba tenía más de tres kilómetros de alumbrado público».





















