Decálogo de una Granada más verde y saludable
Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades, una proporción que supera el 75% en España y que se espera se eleve a 9 de cada 10 habitantes en 2050. La rápida urbanización conlleva desafíos sin precedentes al generar graves problemas de contaminación, salud y degradación medioambiental. Para el Observatorio de Sostenibilidad, este problema es especialmente acuciante en el área metropolitana de Granada, donde la orografía del entorno, unida a la quema de combustibles fósiles y biomasa vegetal en la Vega, la convierten en la segunda ciudad más contaminada del país, tan solo por detrás de su capital.
Una de las mayores emergencias planetarias recogidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible consiste en lograr ciudades y comunidades más sostenibles. Aunque el Foro Urbano Mundial ha creado una Nueva Agenda Urbana para introducir soluciones innovadoras a múltiples niveles, plantar árboles y generar zonas verdes pueden ser nuestro mejor aliado para alcanzar este fin. Y es que, resulta difícil cuestionar la ciencia natural que encierra el sentencioso dicho popular en torno al beneficio que los árboles proporcionan:
Si la lluvia te molesta, planta un árbol
Si te gusta la fruta, planta un árbol
Si te gustan los pájaros, planta un árbol
Si te gusta la vida, planta muchos árboles
Además, los árboles también absorben dióxido de carbono y producen oxígeno, reducen las avenidas de agua, fijan el suelo contra la erosión, bloquean el ruido, secuestran partículas contaminantes, revalorizan el paisaje, reducen el gasto energético de las viviendas, y hasta contribuyen a aumentar el bienestar y salud psicológica de las personas.
Con semejante sinfín de beneficios, ¿quién rehusaría apostar a semejante caballo ganador? Sorprendentemente, y a pesar de que plantar árboles pueda ser la actuación urbana con la mejor relación costo beneficio, nuestra ciudad todavía dista mucho de ser verde y saludable.
No se trata de inventar la rueda, pero sí de emular al máximo el funcionamiento de la naturaleza para generar entornos urbanos que, en sí mismos, sean resilientes y perdurables con la menor intervención humana
Aunque cada vez son más las iniciativas encaminadas a plantar árboles, las ciudades verdes deben de ser el fruto de una planificación adecuada. No se trata de inventar la rueda, pero sí de emular al máximo el funcionamiento de la naturaleza para generar entornos urbanos que, en sí mismos, sean resilientes y perdurables con la menor intervención humana. Este principio, que se conoce como soluciones basadas en la naturaleza, consiste en aplicar actuaciones dirigidas que reproduzcan los modelos de funcionamiento que evolutivamente han tenido éxito en los ecosistemas naturales.
Invertir en este tipo de iniciativas supondría poner a la naturaleza de nuestro lado, emulando en lo posible toda la amalgama de interacciones, procesos ecológicos y funciones para el mantenimiento sostenible de los ecosistemas urbanos. Incorporar de forma reflexiva algunas de las siguientes propuestas contribuiría al desarrollo de un modelo urbano centrado en la calidad de vida del ciudadano generando ciudades más verdes y saludables:
1. Planificar espacios verdes compatibles con la ciudad. En Granada existen muchos condicionamientos históricos y de infraestructuras que hacen que el célebre anillo verde carezca de la continuidad necesaria para llegar a circundar la ciudad bajo una estela boscosa. Por el contrario, nuestra ciudad posee una disposición mucho más proclive al desarrollo radial de sus espacios verdes. Vías verdes, como la conocida “ruta del colesterol” del río Genil, que facilitan la salida de la ciudad aprovechando los cauces fluviales, son un magnífico ejemplo trasladable a cauces como el Monachil, Dílar, Beiro o Darro, entre otros.
Muchas de estas vías necesitan renaturalizarse sustituyendo para ello el hormigón por encauzamientos blandos que permitan la conexión transversal del río con las llanuras de inundación y vertical con las aguas subterráneas; y, allí conde fuera posible, revirtiendo los terrenos naturales del río mediante rutas eco-recreativas.
2. Eliminar barreras e incorporar nuevas zonas verdes mediante el soterramiento de las vías del tren. Esta actuación provocaría la mejora del paisaje urbano y supondría una de las grandes actuaciones que transformaría para siempre nuestra ciudad integrando barrios y ofreciendo, a través del “pasillo ferroviario”, una salida verde hacia la Vega.
Parque Tico Medina, uno de los pulmones verdes de Granada. Indegranada
3. Conectar las zonas verdes a través de corredores eco-recreativos. Los corredores verdes, indispensables para evitar el fraccionamiento y el aislamiento de las especies en la naturaleza, permitiría extender y unir los espacios verdes de la ciudad. Lamentablemente, nuestros grandes parques (Tico Medina, Federico García Lorca, Las Alquerías, Gloria Fuertes o La Cooperación) siguen siendo oasis verdes inconexos. Su unión a través de corredores verdes, más allá de los peligrosos carriles ciclo peatonales que atraviesan las rotondas de entrada a la ciudad, es todavía una asignatura pendiente.
4. Planificar el acceso a las zonas de equipamientos y servicios a través de una movilidad sostenible y de tránsito “blando” en bicicleta o a pie. Es imprescindible desterrar la improvisación que ha llevado a actuaciones tan lamentables como que, solo después de muchos años, se plantee la construcción de accesos peatonales para acceder a algunos de los grandes centros comerciales de la ciudad.
De izqda. a dcha., carriles ciclopeatonales de La Zubia, Peligros y Ogíjares, sin vegetación.
El suelo no es algo sucio que haya que tapar y esconder bajo el cemento. El suelo es el medio natural que sustenta al complejo sistema biológico del ecosistema y aporta el agua y los minerales que absorben las raíces
5. Naturalizar las vías ciclo peatonales ya existentes. En los últimos años las vías ciclo peatonales han proliferado en un intento de conectar pueblos como La Zubia, Gójar, Alhendín o Peligros con la capital. Sin embargo, se trata de viales desnudos desprovistos de vegetación, en los que resulta frecuente cruzarse con viandantes que buscan bajo un paraguas resguardarse del abrasante sol. La naturalización de estas vías debiera ser una prioridad tan esencial como la propia señalización de la carretera, muchas de ellas recalificadas ahora como Vías de Aglomeración Urbana.
6. Favorecer espacios dominados por el suelo y la tierra en lugar de hormigón o cemento. El suelo no es algo sucio que haya que tapar y esconder bajo el cemento. El suelo es el medio natural que sustenta al complejo sistema biológico del ecosistema y aporta el agua y los minerales que absorben las raíces. Es necesario limitar el uso de los alcorques. Todavía hoy se siguen proyectando nuevas “zonas verdes”, como el gran Bulevar de la Chana que da continuidad al Paseo de las Flores, donde los árboles en diminutos alcorques ocupan menos del 5% del total de superficie hormigonada.
En las calles del centro hay que buscar la sombra ante la total ausencia de arbolado y vegetación. M.V.A.
7. Crear infraestructuras verdes alternativas en zonas muy urbanizadas. El impacto directo del sol sobre edificios, aceras o asfaltos es una de las causas de las islas de calor urbanas. La vegetación además de bloquear la radiación favorece la bajada de temperatura por el efecto de la evaporación. Los jardines verticales, grandes maceteros, o las pérgolas naturales podrían suponer una solución alternativa para reducir la temperatura en muchas de nuestras plazas y calles dominadas por materiales oscuros con alta conductividad térmica como el asfalto y el ladrillo.
8. Favorecer la biodiversidad biológica de plantas y animales. La biodiversidad cumple una de las funciones más importantes en el mantenimiento de los ecosistemas. Los arbustos y plantas herbáceas son las grandes olvidadas, a pesar de que proporcionan cobijo y alimento a muchas especies de microfauna que a su vez sirven de alimento a pájaros y pequeños animales. Se deben evitar tratamientos monoespecíficos ya que una mayor diversidad de especies permite ecosistemas más perdurables capaces de soportar las amenazas del cambio climático como las plagas y episodios extremos de tormentas o sequías.
Chopera o alameda en la Vega de Granada. Javier de Teresa Galván
La apuesta por una Granada más verde debe ser una tarea prioritaria común que, sin entender de colores políticos, busque hacer una ciudad sostenible y saludable para todos sus habitantes.
9. Utilizar especies autóctonas o plantas naturalizadas adaptadas al clima semiárido mediterráneo. Por ejemplo, la recuperación de las choperas en la Vega de Granada es una de las iniciativas actuales más ilusionantes por su enorme valor ambiental, además de económico. Por el contrario, otro tipo de especies como el césped que ocupa grandes extensiones en nuestros parques, a pesar de poseer un valor recreativo indudable, son propias de ambientes más húmedos y manifiestamente insostenibles por su costoso mantenimiento y elevada demanda de agua.
10. Crear espacios autogestionados de agricultura urbana. Esta actividad que tiene una demanda creciente fomenta la participación ciudadana de una forma enriquecedora generando o reconvirtiendo espacios en huertos urbanos que aumentan los valores ecológicos y culturales de los barrios, al tiempo que promueven la alimentación saludable.
Todas las previsiones indican que nuestras ciudades van a seguir creciendo y con ello la presión de sus habitantes por servicios que asociamos al estado del bienestar. El momento para actuar es ahora, anticipándonos para adaptar nuestras ciudades a los cambios sociales y ambientales que se avecinan, como la degradación ambiental y crisis climática. La apuesta por una Granada más verde debe ser una tarea prioritaria común que, sin entender de colores políticos, busque hacer una ciudad sostenible y saludable para todos sus habitantes.