"La educación ambiental, constructora de sociedad civil"
Ante el Día Mundial de la Educación Ambiental:
Se olvida con frecuencia que de las dos palabras que constituyen el término, la que lo define es el sustantivo: educación. Por ello, cuando se realiza educación ambiental se pretende extraer lo mejor del otro –educere- es decir, valores y comportamientos llamados a convertirse en virtudes, entre las que figura de manera destacada la responsabilidad; y es que educar es fomentar el crecimiento en responsabilidad, haciéndose cargo de lo que nos rodea y asumiendo que todo me concierne, nada de lo vivo me es ajeno.
Valores no inferiores son el respeto (extendido a todas las formas de vida), la sencillez, la gratitud, la solidaridad, el compromiso…, a través de los cuales se va construyendo un nuevo ser humano, alejado de la indiferencia y el adocenamiento consumista. La emergencia de los valores ambientales debe acogerse con la alegría de haber descubierto nuevos hábitos, superadores de los convencionales, que darán sentido a las vidas de muchas personas y ayudarán a proteger el planeta.
Integrarse en organizaciones que trabajen por la sostenibilidad y la justicia, en cualquiera de sus formas, es hoy una tarea esencial: los valores se comparten, se diseñan planes a futuro, se sensibiliza a la ciudadanía, se llega con más facilidad a la población, se presiona a las entidades políticas
Pero la educación ambiental no busca solo el cambio personal, también el comunitario. Por ello sabe que la acción individual, aun siendo importante, no basta y que se precisa fomentar competencias y habilidades para intervenir en la vida pública. Así, integrarse en organizaciones que trabajen por la sostenibilidad y la justicia, en cualquiera de sus formas, es hoy una tarea esencial: los valores se comparten, se diseñan planes a futuro, se sensibiliza a la ciudadanía, se llega con más facilidad a la población, se presiona a las entidades políticas. Todo lo cual es consecuencia del compromiso comunitario, que debe reforzar el personal estableciendo un equilibrio entre lo individual y lo colectivo.
Para una sociedad civil fuerte, el voluntariado no basta. El voluntario es una figura posmoderna que, salvo momentos puntuales en los que resulta útil, hunde las organizaciones; en ellas se necesitan personas con compromiso, capaces de compartir recursos, tiempo y vida en proyectos de largo alcance, personas comprometidas, militantes. Porque el voluntario ejecuta lo que el staff decide, mientras que el socio, miembro o militante participa en todo un proceso: proponiendo, planificando, debatiendo, ejecutando y evaluando, además de fomentar la democracia interna eligiendo y siendo elegido. Es así como las personas se forman y crecen, además de aprender otras habilidades que solo el paso por una organización garantiza.
En síntesis, la sociedad civil se constituye y se fortalece a través de organizaciones/asociaciones que aportan permanencia y vida interna, además de favorecer la formación de sus integrantes y de animarles a la toma de responsabilidades colectivas.
Sociedades más fuertes ejercerán de contrapeso a los poderes económicos y políticos, teniendo capacidad de respuesta frente a medidas arbitrarias
Así es como las sociedades se educan y educan, a su vez, a la población. Una educación que prepara para ir siempre más lejos, persiguiendo mayores niveles de justicia y equilibrio con el planeta. Sociedades más fuertes ejercerán de contrapeso a los poderes económicos y políticos, teniendo capacidad de respuesta frente a medidas arbitrarias.
Para que el siglo XXI lo sea de la gente (y no tanto de los Estados o de instituciones supranacionales) deben ir combinándose los cambios personales y la participación social. Y la Naturaleza, tantas veces ausente o simple decorado, constituirá ahora un elemento protagonista, generador de valor, asombro y respeto. Educación, participación y naturaleza están llamados a ser los pilares del futuro sostenible que cada vez más se precisa.