Espárragos de Huétor Tájar, campaña IGP 2025.
Artículo de opinión por Agustín Martínez

Dictaduras “seductoras”

Política - Agustín Martínez - Jueves, 15 de Mayo de 2025
Damos la bienvenida a Agustín Martínez, uno de los grandes del periodismo que, en su primer artículo con El Independiente de Granada, reflexiona sobre la cultura democrática y la necesidad urgente de repensar cómo transmitirla a las nuevas generaciones.
Imagen de peatones transitando por el centro de Granada.
M. Rodríguez archivo
Imagen de peatones transitando por el centro de Granada.

Hace justo una semana se hacía pública la encuesta del CIS sobre Calidad de la democracia, según la cual el 17,3% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años y el 17,4% entre los 25 y los 34, creen que “en algunas circunstancias, un Gobierno autoritario es preferible a un sistema democrático”. El porcentaje ha crecido un 10% desde 2009, la última vez que el CIS realizó la encuesta sobre la calidad de la democracia.

Para quienes han vivido parte de sus vidas bajo un “régimen autoritario” y para quienes han luchado y pagado un precio muy alto por esa lucha, semejantes porcentajes resultan demoledores.

Se trata de un fenómeno inquietante que no es exclusivo de España, pero su aparición en una sociedad que sufrió durante décadas los rigores de una dictadura franquista plantea interrogantes profundos sobre la memoria histórica, el papel de la democracia y el desencanto juvenil. Las razones detrás de este fenómeno son múltiples, complejas y merecen una reflexión crítica.

Una de las principales causas es el desencanto generalizado con las instituciones democráticas. Muchos jóvenes han crecido en un contexto de crisis económica casi permanente: desde la recesión de 2008 hasta la precariedad laboral estructural, pasando por los efectos del COVID-19 y la inflación reciente. La promesa de estabilidad, movilidad social y bienestar que se asociaba a la democracia liberal parece haberse esfumado. Frente a este panorama de frustración, algunos jóvenes buscan respuestas en opciones que prometen orden, control y soluciones rápidas, incluso si ello implica renunciar a ciertos principios democráticos.

La distancia generacional respecto a la dictadura franquista ha contribuido a que muchos jóvenes perciban ese período con una mezcla de desconocimiento y romanticismo distorsionado

Otro factor relevante es la banalización del pasado. La distancia generacional respecto a la dictadura franquista ha contribuido a que muchos jóvenes perciban ese período con una mezcla de desconocimiento y romanticismo distorsionado. La falta de una educación efectiva sobre la historia reciente de España ha permitido que algunos discursos autoritarios se normalicen o incluso se glorifiquen en determinados espacios. La memoria histórica, lejos de ser un pilar formativo, ha quedado relegada a los márgenes del debate público, lo que facilita la propagación de ideas reaccionarias sin un contrapeso narrativo sólido.

A ello se suma la influencia de las redes sociales, que se han convertido en el principal canal de información y socialización política para muchos jóvenes. Plataformas como TikTok, YouTube o X (antes Twitter) permiten que discursos radicales circulen con facilidad, envueltos en formatos atractivos, mensajes simplistas y retórica emocional. Los algoritmos premian el contenido polarizante, y muchas veces los mensajes autoritarios se camuflan como "rebeldía contra lo políticamente correcto" o como defensa de una identidad nacional amenazada. Esta estrategia conecta con jóvenes que se sienten desorientados y buscan pertenencia.

Además, existe un hartazgo creciente con los discursos tradicionales de la izquierda, percibidos por algunos sectores juveniles como moralizantes, divisivos o alejados de sus preocupaciones cotidianas. En contraposición, la derecha autoritaria se presenta como directa, sin complejos y aparentemente enfocada en temas "prácticos", como el empleo, la seguridad o la inmigración. Esta narrativa, aunque simplista, resulta eficaz en un entorno marcado por la incertidumbre.

No se puede ignorar tampoco el papel de ciertos medios de comunicación y partidos políticos que, al normalizar discursos extremos o relativizar los peligros del autoritarismo, contribuyen a su aceptación social. Cuando los límites democráticos se difuminan en el debate público, los jóvenes, especialmente aquellos con menor formación política, pueden caer en la trampa de creer que todas las opciones son igualmente válidas o legítimas.

Es urgente repensar cómo se transmite la cultura democrática a las nuevas generaciones

Frente a este panorama, es urgente repensar cómo se transmite la cultura democrática a las nuevas generaciones. No basta con celebrar elecciones: es necesario educar en valores cívicos, fomentar el pensamiento crítico y recuperar una memoria histórica activa. Solo así se podrá ofrecer una alternativa real y esperanzadora frente al atractivo, siempre engañoso, de las soluciones autoritarias.

Porque cuando los jóvenes pierden la fe en la democracia, toda la sociedad está en riesgo. Y si no se actúa con inteligencia y responsabilidad, el pasado puede volver a colarse por las grietas del presente.

Agustín Martínez