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'Franquismo e Iglesia: La legitimación de un régimen bajo palio'

Política - Paco Robles - Sábado, 15 de Noviembre de 2025
Paco Robles, referencia en Memoria Democrática, nos ofrece un certero retrato de la simbiosis entre la dictadura y la Iglesia Católica, que amparó y legitimó el franquismo.
Franco bajo palio.
laicismo.org
Franco bajo palio.

La relación entre la dictadura franquista y la Iglesia católica en España es uno de los capítulos más significativos de la historia contemporánea del país. A lo largo de casi cuatro décadas, la Iglesia no solo respaldó ideológicamente al régimen, sino que también se convirtió en su principal fuente de legitimación tras la caída de los regímenes fascistas europeos al final de la Segunda Guerra Mundial. Esta alianza permitió que el franquismo se presentara ante el mundo como el baluarte del catolicismo frente al comunismo, mientras en el interior del país la represión seguía su curso. La imagen de Francisco Franco paseado bajo palio es quizá la más representativa de esta fusión entre el poder político y religioso, una simbiosis en la que la tragedia y la comedia parecían entrelazarse en una España marcada por la represión y la imposición de una moral única.

El catolicismo como fundamento ideológico

Desde los inicios de la Guerra Civil, la Iglesia católica se posicionó del lado del bando sublevado. En 1937, la jerarquía eclesiástica firmó la famosa “Carta Colectiva del Episcopado Español”, en la que justificaba el golpe de Estado como una "cruzada contra el comunismo y la impiedad”. Esta retórica cruzadista se mantuvo durante toda la contienda y se reforzó tras la victoria franquista en 1939.

El franquismo, en su afán de crear una sociedad homogénea, católica y nacionalista, encontró en la Iglesia el aliado perfecto para consolidar su dominio

El franquismo, en su afán de crear una sociedad homogénea, católica y nacionalista, encontró en la Iglesia el aliado perfecto para consolidar su dominio. Como señala el historiador Paul Preston (2011), "Franco se consideraba a sí mismo un instrumento de la voluntad divina, un nuevo cruzado que había salvado a España de la anarquía y el ateísmo". En esta concepción, la religión no era solo un elemento cultural o espiritual, sino un pilar fundamental del orden político.

El catolicismo impregnó todos los ámbitos de la vida pública y privada. La educación fue uno de los espacios clave en los que la Iglesia ejerció su control. El sistema educativo quedó bajo su tutela, y la enseñanza se orientó a inculcar los valores del dogma católico y la obediencia al régimen. Libros de texto, catequesis y sermones enfatizaban la figura de Franco como el líder providencial de España, bendecido por Dios. Como indica Enrique Moradiellos (2018), "el nacionalcatolicismo convirtió a la religión en un instrumento de adoctrinamiento social, reforzando la idea de que ser español implicaba, necesariamente, ser católico".

La Iglesia como garante de la legitimidad franquista

El final de la Segunda Guerra Mundial supuso un momento crítico para el franquismo. Con la derrota de los regímenes fascistas en Europa, la dictadura española quedó aislada internacionalmente. Sin embargo, la Iglesia católica jugó un papel clave en evitar la condena definitiva del régimen. En 1945, cuando las Naciones Unidas aprobaron una resolución que condenaba al franquismo como una dictadura de origen fascista, el Vaticano se abstuvo de sumarse a esa postura. El Papa Pío XII, quien ya en 1939 había felicitado a Franco por su victoria en la Guerra Civil, continuó brindándole su respaldo. En este contexto, la propaganda franquista intensificó su mensaje de que España era la "reserva espiritual de Occidente", un país que, bajo la guía de Franco y la Iglesia, resistía frente a la amenaza comunista.

Este acuerdo otorgó a la Iglesia un papel preponderante en la educación, la moral pública y la vida social, además de exenciones fiscales y financiamiento estatal. A cambio, la Iglesia reforzó su apoyo al régimen, legitimándolo tanto en el ámbito nacional como internacional

Esta alianza se tradujo en privilegios concretos para la Iglesia, que quedaron institucionalizados con la firma del “Concordato de 1953” entre España y la Santa Sede. Este acuerdo otorgó a la Iglesia un papel preponderante en la educación, la moral pública y la vida social, además de exenciones fiscales y financiamiento estatal. A cambio, la Iglesia reforzó su apoyo al régimen, legitimándolo tanto en el ámbito nacional como internacional.

Uno de los aspectos más contradictorios del régimen franquista fue la coexistencia entre una feroz represión política y un discurso moralista promovido por la Iglesia. Mientras miles de españoles eran ejecutados, encarcelados o sometidos a trabajos forzados por sus ideas políticas, la jerarquía eclesiástica predicaba la obediencia, la humildad y la resignación cristiana.

El puritanismo impuesto por el nacionalcatolicismo regulaba todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la vestimenta hasta las relaciones personales. La censura perseguía cualquier manifestación cultural que se apartara de la moral católica, y las mujeres, en particular, fueron sometidas a un estricto control social basado en los ideales tradicionales de sumisión y domesticidad. Como señala la historiadora Mary Nash (1999), "el franquismo utilizó la religión como una herramienta para reforzar la subordinación de las mujeres, presentando el modelo de la madre cristiana como el único socialmente aceptable". Sin embargo, esta moralidad estricta contrastaba con la realidad de un régimen sustentado en la violencia y la represión. La paradoja de la España franquista era que, mientras el clero condenaba el "desenfreno deshonesto", bendecía los asesinatos de opositores y justificaba la brutalidad del régimen en nombre de la defensa de la fe.

Hasta ese momento, el papel de la Iglesia en la Guerra Civil había sido un tabú dentro del propio clero, a pesar de que desde los años cincuenta en los círculos de oposición y en el sentir mayoritario de las nuevas generaciones ya se consideraba evidente su responsabilidad

Tal vez no exista mejor muestra de las dificultades de la Iglesia para reconocer su complicidad con el franquismo que la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes celebrada en 1971. Hasta ese momento, el papel de la Iglesia en la Guerra Civil había sido un tabú dentro del propio clero, a pesar de que desde los años cincuenta en los círculos de oposición y en el sentir mayoritario de las nuevas generaciones ya se consideraba evidente su responsabilidad.

En aquella asamblea se presentó un proyecto de resolución en el que se reconocía humildemente el error y se pedía perdón:  “Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque nosotros no supimos a su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una gran guerra entre hermanos".

El lenguaje de este documento marcaba, aparentemente, una evolución con respecto al discurso tradicional de la Iglesia sobre la guerra. Mientras durante décadas el relato oficial había insistido en que la contienda había sido una lucha contra el comunismo y las fuerzas extranjeras, ahora se adoptaban términos como "guerra fratricida" y "reconciliación", que ya eran parte del discurso de la oposición desde al menos 1956.

Franco en una fiesta religiosa en 1943. Imagen del NODO (RTVE. Filmoteca Española).

Sin embargo, el reconocimiento oficial fue difícil. La resolución no obtuvo la mayoría suficiente en la primera votación y, en la segunda, apenas alcanzó 123 votos a favor frente a 113 en contra y 10 abstenciones

Sin embargo, el reconocimiento oficial fue difícil. La resolución no obtuvo la mayoría suficiente en la primera votación y, en la segunda, apenas alcanzó 123 votos a favor frente a 113 en contra y 10 abstenciones. Aunque no se aprobó formalmente, marcó un punto de inflexión, evidenciando la división dentro de la Iglesia y su progresiva adaptación a los nuevos tiempos, impulsada por las reformas del Concilio Vaticano II.

En fuerte contraste, la Carta colectiva del Episcopado Español de 1937 afirmaba:

“Ajustándonos a la tradición de la Iglesia … nos pusimos resueltamente al lado de los poderes constituidos, con quienes nos esforzamos en colaborar para el bien común".

Y añadía: “La guerra no se ha emprendido para levantar un Estado autócrata sobre una nación humillada, sino para que resurja el espíritu nacional con la pujanza y la libertad cristiana de los tiempos viejos".  Estas expresiones muestran cómo la Iglesia interpretó la guerra como un conflicto trascendental, religioso y patriótico, legitimando el alzamiento militar y dando cobertura moral a la represión posterior.

Esta alianza también dejó un legado de contradicciones y paradojas: un régimen que se presentaba como defensor de la moral cristiana, pero que al mismo tiempo ejercía una brutal represión contra sus ciudadanos

El franquismo y la Iglesia católica mantuvieron una relación simbiótica en la que ambos se beneficiaron mutuamente. La dictadura utilizó la religión como un elemento central de su discurso legitimador, mientras que la Iglesia obtuvo privilegios y poder en la sociedad española. Sin embargo, esta alianza también dejó un legado de contradicciones y paradojas: un régimen que se presentaba como defensor de la moral cristiana, pero que al mismo tiempo ejercía una brutal represión contra sus ciudadanos.

A medida que España ha avanzado en su proceso de memoria histórica, el papel de la Iglesia durante el franquismo sigue siendo un tema que genera debate y reflexión. La revisión de este pasado es fundamental para entender cómo la religión fue utilizada como un instrumento de control y legitimación política.

Referencias

  • Moradiellos, Enrique (2018). *Franco: Anatomía de un dictador*. Ed. Temas de Hoy.
  • Nash, Mary (1999). *Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil española*. Ed. Taurus.
  • Preston, Paul (2011). *El holocausto español: Odio y exterminio en la Guerra Civil y después*. Ed. Debate.
  • Carta Colectiva del Episcopado Español (1937).
  • Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes (1971).
Paco Robles es una referencia en Memoria Histórica y Democrática. Fue secretario de Memoria Histórica y Democrática de la ejecutiva provincial del PSOE de Granada. Militante de la Agrupación Socialista de Íllora. Activista de la Memoria Histórica y Democrática en redes sociales, investigador documentalista de nuestra historia reciente, autor del libro 'Los pueblos de Íllora, Memoria Histórica' y diversas publicaciones digitales de tema memorialista. Coordinó la Oficina Municipal de Íllora para reunir testimonios y fondos documentales del periodo 1936-1978. Es habitual colaborador de El Independiente de Granada, donde ha publicado numerosos artículos en nuestro Foro de la Memoria.