Eduardo Cruz: "Granada ha gozado de un prestigio en el mundo de la música de baile, muchas orquestas han actuado en Escandinavia, Alemania, Marruecos, Suiza, incluso Japón"

─ Usted hizo bastantes ’ferias’. El libro no es de memorias ¿pero sí de experiencias?
─ Cierto, hice muchas ferias. Además mi primer año en ese mundo fue precisamente 1975, el mismo en que se desarrolla el libro. Evidentemente, si no está uno dentro de este engranaje resultará un poco más difícil hacer referencia a la mayoría de las cosas que aquí se cuentan. Pero, claro, también está la imaginación.
─ Y de anécdotas… ¿reales?
─ A eso iba. En cualquier empresa pueden suceder miles de cosas, aunque supongo que no es igual trabajar en una oficina ocho horas diarias que estar hoy aquí y mañana allí, transitar el mundo de la fiesta, conocer a mucha gente muy diversa, así como vivir con ellos el día a día de sus respectivos pueblos. Y luego la cantidad de otras orquestas que te encuentras en la carretera, en las ferias… Se comparten cafés, copas y anécdotas, claro. Y aunque muchas veces la realidad supera a la ficción, en el libro las anécdotas están noveladas. Alguna se nutre de un punto de partida real, pero nada más.
─ Porque los personajes: el manager, el alcalde, el guardia civil, el pesado de última hora…. Era la fauna habitual de aquellos conciertos ¿no?
─ Los personajes de los pueblos quizá estaban más definidos hace cincuenta años que ahora. El alcalde era en muchos casos el cacique. Y en cuanto a los jefes policiales, pensemos que en 1975 aún no teníamos democracia y los uniformes mandaban mucho. En cuanto a los típicos pesados de feria, creo que siguen existiendo (Risas).
─ Su libro ficciona las interioridades de una orquesta, pero como sucedía en la película ‘Orquesta Club Virginia’ ¿tan amable y correcta era la convivencia dentro y entre las formaciones?
La convivencia en el ámbito laboral es complicada siempre. Imagínate en una orquesta de baile, donde durante muchos meses vives y trabajas con tus compañeros veinticuatro horas cada día
─ La convivencia en el ámbito laboral es complicada siempre. Imagínate en una orquesta de baile, donde durante muchos meses vives y trabajas con tus compañeros veinticuatro horas cada día. Es normal que haya fricciones. Cualquier tontería se magnifica. Y ya cuando entran en liza los egos no te quiero decir. Yo creo que por eso los músicos pasan a lo largo de su carrera por tantas formaciones musicales. Eso sí, cuando pasa el tiempo las relaciones personales, e incluso laborales, se recuperan como si no hubiera ocurrido nada.
─ Lo digo porque eran los ‘esforzados de la fiesta’, tocaban horas y horas, y eso agota y tensiona….
─ Es que después de kilómetros de carretera, con los calores del verano, durmiendo menos de la cuenta, ponte a montar equipo, aguanta al empresario que te mete prisa, al público que quiere que sigas tocando una hora más… Es normal que alguien salte de vez en cuando. Pero con la edad se va aprendiendo a relativizar.
─ Usted, que sí estuvo allí ¿cómo recuerda aquellos años?
─ Pues, para decir la verdad, desde la distancia se queda uno con las cosas buenas. No todo el mundo tiene la suerte de salir por ahí, conocer cientos de pueblos y ciudades que de otra manera ni te habrías fijado. Encontrarte con gente maravillosa. Es verdad que muchas veces quisieras ser un currante como los demás, con los fines de semana libres. Muchas veces te dan ganas de tirar la toalla, pero luego sigues. Mis recuerdos no son malos. He dado, en general, con buenos compañeros de viaje y trabajado en orquestas que han tenido una buena consideración. Así que no me quejo.
─ Muchos de los que hacían verbena era como alternativa a sus proyectos de rock, como recurso alimenticio…
─ Y eso lo han practicado infinidad de músicos. Si tienes la suerte de que tu banda de Rock funciona das por bien empleado el polvo de las ferias y el ruido de los ‘Cacharritos’. Mira Medina Azahara, antes Retorno, por poner un ejemplo de coetáneos que al final pudieron dedicarse a los que les gustaba. Otros no han tenido tanta suerte y, o se han quedado en la ‘pachanga’, o han buscado otras alternativas. O han alternado trabajo estable con las ferias, que también han sido muchísimos los (y las) que han vivido así.
─ Supongo que tras la Transición cambió todo el panorama, el público, los gustos, los modos, las formas, etc, y parte de la ‘caspa’ desapareció ¿fue así?
─ No de golpe y porrazo. Los cambios fueron lentos. Lo que pasa es que en los ochenta la música comenzó a estar más presente en la sociedad en general. Y eso ayudó a que los grupos, las orquestas pudieran también replantear y ‘rejuvenecer’ sus repertorios.
─ Al cabo del tiempo llegaron primero los dúos, luego el teclista todo en uno, el Dj…y la súper gran orquesta-espectáculo actual…
Antes la orquesta era tan imprescindible como los fuegos artificiales en las fiestas del pueblo
─ Y los cachés han disminuido una brutalidad. Es verdad que la cosa ha cambiado mucho. Antes la orquesta era tan imprescindible como los fuegos artificiales en las fiestas del pueblo. Entre los dúos y los teclistas solistas hay profesionales de quitarse el sombrero y otros muchos que si pones un ‘tocadiscos’ suena lo mismo y te sale más barato. En cuanto a las orquestas atracción, en los años setenta había algunas grandiosas, en Galicia, Cataluña, Asturias. Pero no dejaban de ser orquestas de baile en toda regla. Hoy están planteadas en plan espectáculo y su show es así y de ahí no se mueven. Yo creo que la orquesta de baile debe cumplir esa función: tocar para todos los públicos y complacer de vez en cuando las peticiones de la gente.
─ Lo que no mucha gente sabe es que las orquestas granadinas podían tocar en Noruega, Suecia, Japón, Oriente Medio… Que Granada era una importante exportadora de grupos…
Granada ha gozado de un prestigio en el mundo de la música de baile y han sido muchas de las orquestas que salían fuera: Escandinavia, Alemania, Marruecos, Suiza, incluso Japón
─ La suerte de estar en esto de la música te permitía conocer muchos pueblos y ciudades, pero además, si tu orquesta era potente, sonaba bien, gustaba especialmente, tenías la posibilidad de cubrir los inviernos con contratos en otros puntos de España e incluso del extranjero. Yo tuve la suerte de pertenecer a una de esas orquestas y gracias a ello he recorrido Suecia y Finlandia de norte a sur, trabajar en cruceros y ganar un dinerito. Granada ha gozado de un prestigio en el mundo de la música de baile y han sido muchas las orquestas que salían fuera: Escandinavia, Alemania, Marruecos, Suiza, incluso Japón. Yo aprendí así lo que es tocar a un volumen adecuado, sin que te estallen los oídos. Era una delicia. Lo malo era que al regresar había que volver a la ‘realidad sonora’ de las ferias. Esa guerra de watios. No sé quién es el culpable, quizá cada uno tengamos nuestra parte.
─ Varios músicos veteranos se han reconocido en sus páginas. ¿Esa era su intención, reivindicar un sector de la música que se había quedado en el ángulo muerto?
─ No sé si era mi intención. Me ha gustado escribir sobre este mundo porque lo he conocido desde dentro. Es verdad que lo dejé hace muchos años para dedicarme al periodismo y no sé muy bien cómo funciona ahora la cosa., la más joven y la menos joven. Y que haya relación directa entre la orquesta y el público. Otra cosa es un concierto, ahí los músicos tocan y el público, si le gusta, aplaude. Pero la verbena es la verbena.