Lorca en Familia: La semilla del poeta

El rock siempre ha estado cercano a la poesía de Federico García Lorca, bandas como Marea o Extremoduro le han cantado, por supuesto Lagartija en el ‘Omega’ o Manolo Tena al final de su vida, y también ha sido citado por bandas como The Clash o los Pogues. En Granada, Raúl Alcover hizo un gran disco de 'pop de autor' con sus poemas, y José Antonio García con los Garabatos aún tienen en escena ‘Reyerta’ (el día 4 de junio se repone en el Generalife). Y son estos últimos en connivencia con el Coro de Cámara de Granada de Jorge Morata los que han regresado sobre el poeta de Fuente Vaqueros con un perfil nuevo: ‘Lorca en familia’, destinado a chicos y grandes, sobre todo a los primeros. Un público que trabaja también Manuel Mateo con su deliciosa charla-concierto ‘La Maleta de Federico’.
En esta segunda entrega de la experiencia lorquiana de García, Garabato y las voces de Morata (con la bajista Teté Sendín como invitada), las canciones y su presentación buscan la complicidad de los oídos más tiernos. Descomprimen la música para ser más amable e invitan a la participación con estribillos muy compartibles. Con semejante objetivo han acudido a ritmos asequibles, como el rocanrolito suave de ‘El lagarto está llorando’ o el saltarín reggae que acompaña a ‘Caracola’. Todo redimensionado catedraliciamente con las más treinta voces del coro, proporcionando fondo, profundidad y altura a lo escuchado. Metidos en faena Morata se descubrió como un animoso y divertido conductor, acompañando a los espontáneos (supongo) comentarios dialogados de García y Nico, en ocasiones cargados de recuerdos: "El poema ‘Canción tonta’ me lo leía mi madre; se la leí yo a mi hija, y ahora se lo lee ella a mi nieta", como dijo emocionado el cantante al presentarla.
Lo suyo hubiera sido terminar subiendo a la chavalería al escenario, pero dada la complejidad técnica de la instalación, y la física del teatro, la seguridad de los infantes primó sobre lo deseable; a cambio sí bajaron ellos al patio de butacas para, rodeados de chicos, poder cantarles alguna canción con más cercanía.
Al final, todos felices, y los libros firmados volaron. Con seguridad, como le sucedió a José Antonio García, alguno de los ‘locos bajitos’ que le escucharon leerá poemas de Federico a sus hijos, y ellos a sus nietos… De eso se trata.