Artículo de opinión por Agustín Martínez

'¿Quo vadis, Juanma?'

Política - Agustín Martínez - Jueves, 3 de Julio de 2025
Agustín Martínez reflexiona, con valentía y contundencia, sobre la denegación de títulos estratégicos a la UGR. Para leer y compartir.
Juan Manuel Moreno conversa con Pedro Mercado en el acto de colocación de la primera piedra de IFMIF-DONES.
UGR archivo
Juan Manuel Moreno conversa con Pedro Mercado en el acto de colocación de la primera piedra de IFMIF-DONES.

Cuando hace justamente una semana, el arriba firmante escribía su columna semanal sobre el asedio de la Junta de Andalucía a la Universidad pública, no podía imaginar que lo peor estaba por llegar de la mano de la Agencia para la Calidad Científica y Universitaria de Andalucía (ACCUA).

En un nuevo episodio de lo que ya parece una campaña deliberada de ninguneo, la Universidad de Granada (UGR) ha visto cómo la Junta de Andalucía, a través de su agencia de evaluación, le niega la implantación del grado en Inteligencia Artificial, así como otros tres títulos estratégicos para el desarrollo del proyecto del acelerador de partículas IFMIF-DONES. La UGR, una de las instituciones académicas más reconocidas de Europa en este campo, vuelve a ser maltratada por quienes, con una mano, le dan palmadas de apoyo y, con la otra, le clavan la daga de la marginación.

La situación roza el esperpento. El consejero de Universidades, José Carlos Gómez Villamandos, se apresuraba el martes a declararse “sorprendido” por la decisión de la Agencia de la que es presidente, como si esta no dependiera directamente de su departamento

La situación roza el esperpento. El consejero de Universidades, José Carlos Gómez Villamandos, se apresuraba el martes a declararse “sorprendido” por la decisión de la Agencia de la que es presidente, como si esta no dependiera directamente de su departamento. Como si él mismo no formara parte del engranaje de un Gobierno andaluz que ha convertido la educación superior en un campo de batalla ideológico, económico y político. Su "solidaridad" con Granada es la forma más grosera de hipocresía institucional: lavarse las manos en público mientras se autorizan grados calcados en universidades privadas como la Alfonso X el Sabio y la Loyola, con mucha menos tradición, investigación o prestigio en el área de la inteligencia artificial.

Más grave aún es que esta agresión se haya producido precisamente en el contexto en el que Granada trata de consolidarse como polo tecnológico del sur de Europa. La apuesta científica, industrial y educativa en torno al acelerador de partículas es el mayor proyecto de futuro que ha tenido la provincia en décadas. Y la Junta de Andalucía, vía ACCUA, lejos de fortalecer este proceso, le pone el pie en el cuello a la universidad que lo lidera. No es solo torpeza, es sabotaje.

¿Dónde están los defensores de Granada cuando toca dar un puñetazo en la mesa? ¿Dónde está la alcaldesa, Marifrán Carazo, esa lideresa que se presenta como garante del despegue económico de la ciudad, cuando el principal motor de desarrollo y conocimiento de Granada es acosado de manera tan escandalosa?

Como ya es costumbre, María Francisca está desaparecida en combate. Silencio sepulcral. Perfil bajo. Cálculo político. Granada vuelve a quedarse sola porque quienes deberían defenderla optan por proteger su obediencia partidaria antes que el interés común.

¿Alguien se imagina que a la Universidad Politécnica de Madrid se le denegara un grado en ingeniería aeronáutica mientras se le concediera a una universidad privada sin tradición ni capacidad investigadora en el campo? Pues eso exactamente es lo que está pasando con esa atrabiliaria decisión

Lo que duele especialmente en este caso no es solo la decisión técnica -que, por cierto, está plagada de errores, como ha demostrado la propia UGR al desmontar los informes que sustentan la negativa-, sino la política de fondo: se impulsa un modelo educativo donde las universidades privadas, con sus grados "low cost", tienen carta blanca para reproducir titulaciones punteras, mientras a las públicas se les exige la cuadratura del círculo. ¿Alguien se imagina que a la Universidad Politécnica de Madrid se le denegara un grado en ingeniería aeronáutica mientras se le concediera a una universidad privada sin tradición ni capacidad investigadora en el campo? Pues eso exactamente es lo que está pasando con esa atrabiliaria decisión.

La Junta de Andalucía está construyendo una universidad a medida de intereses privados, mientras desprecia el esfuerzo, la trayectoria y la excelencia de instituciones públicas como la UGR. No es casualidad que muchas de las universidades privadas agraciadas con estas autorizaciones pertenezcan a entramados económicos con fuerte influencia en círculos de poder afines al Gobierno andaluz. Es el viejo modelo neoliberal de desmantelamiento de lo público bajo apariencia de libre competencia.

Poner palos en la rueda de la UGR es atacar el futuro de Granada. Negarle los grados en IA y en ciencia de datos es dinamitar la posibilidad de retener y atraer a estudiantes y profesionales en uno de los sectores más estratégicos del siglo XXI

Conviene recordar que la UGR no es solo una universidad. Es la principal institución de Granada, el motor de su economía, su mayor generadora de talento y conocimiento, el ancla que ha permitido que la ciudad no se quede definitivamente atrás en el mapa de la innovación y la ciencia. Poner palos en la rueda de la UGR es atacar el futuro de Granada. Negarle los grados en IA y en ciencia de datos es dinamitar la posibilidad de retener y atraer a estudiantes y profesionales en uno de los sectores más estratégicos del siglo XXI. 

Frente a todo esto, la respuesta de los altos cargos de la Junta en Granada ha sido de una tibieza clamorosa. Declaraciones sibilinas echándole el muerto a la Agencia e insistiendo en su “independencia” de la Junta, promesas de revisión, algún que otro gesto para la galería. Nada que incomode a los despachos de Sevilla. Nada que indique una voluntad real de revertir una injusticia flagrante. Y mientras tanto, el reloj sigue corriendo. Otras universidades avanzan. Otros polos tecnológicos se consolidan. Granada pierde trenes mientras sus representantes locales prefieren no molestar al conductor.

No basta con lamentos. Es hora de exigir respeto y coherencia

La ciudadanía granadina, la comunidad universitaria y el tejido empresarial deberían alzar la voz con fuerza. No basta con lamentos. Es hora de exigir respeto y coherencia. Y de señalar con nombre y apellidos a quienes, con su negligencia, su silencio o su complicidad, están convirtiendo esta ciudad en un catálogo de oportunidades perdidas. Porque defender la UGR no es solo cuestión de orgullo académico, es una cuestión de supervivencia.

Y a los que hoy se escandalizan en público mientras apuñalan en privado, convendría recordarles que la historia no absuelve a los cobardes y mucho menos a los hipócritas.